Junto a los ríos de Babilonia nos sentábamos,
y llorábamos al acordarnos de Sión.
En los álamos que había en la ciudad
colgábamos nuestras arpas.
Allí, los que nos tenían cautivos
nos pedían que entonáramos canciones;
nuestros opresores nos pedían estar alegres;
nos decían: «¡Cántennos un cántico de Sión!»
Salmos 137:1-3
Nosotros hemos sido creados para estar en la presencia de Dios alabando su obra y adorando su santo ser. Cualquier otra situación en la que nos encontremos que no sea la presencia de Dios es una situación de tristeza y desubicación. La ausencia de alegría que resulta de no estar frente a Dios la tratamos de cubrir con actividades e intereses que nos llenan temporalmente pero no son de ninguna manera la solución definitiva. Sentimos que llevamos un enorme vacío en nuestra vida y que cualquier cosa con que intentemos llenar ese vacío es insuficiente para calmar nuestra tristeza y soledad.
No nos sentimos tan mal como deberíamos sentirnos porque de alguna manera nos hemos acostumbrado a vivir así.
Nuestra esperanza es que un día todo esto pasará y podremos estar en la misma presencia de nuestro amoroso Padre. Allí seremos consolados de todo dolor y de toda tristeza. Allí nos olvidaremos de todos los malos ratos y penurias que nos tocó vivir. Allí no habrá ni culpa ni llanto ni dolor ni enfermedad. Allí sólo habrá amor, alegría, gozo y paz. Con la mirada puesta en esa gloriosa esperanza avancemos con paso firme hacia nuestra completación de la obra de Dios.