Según avanzan los peregrinos, cobran más fuerzas,
y en Sión se presentan ante el Dios de dioses.
Oye mi oración, Señor, Dios Todopoderoso;
escúchame, Dios de Jacob. Selah
Oh Dios, escudo nuestro,
pon sobre tu ungido tus ojos bondadosos.
Salmos 84:7-9
¡Qué buenos es saber que siempre tenemos un lugar donde tener un encuentro personal con nuestro amado Padre celestial. Para el pueblo judío este lugar se encontraba en el Templo que construyó Salomón en Jerusalén. Ese templo ya no existe pero la buena noticia es que ya no necesitamos de ese lugar para tener un encuentro con Dios pues ésto ahora lo podemos hacer en cualquier lugar del mundo en que estemos. Y cuando estamos en su presencia ¿qué mejor oportunidad tenemos para contarle a nuestro amado Dios todas aquellas cosas que se han convertido en un gran peso sobre nuestras vidas y nos impiden disfrutar plenamente del gozo que nos corresponde como hijos suyos?
Hablemos pues con él con la plena confianza de que él nos está escuchando y que él nos dará una solución perfecta. No cometamos el error de pensar que la única solución posible y correcta es aquella que se nos ocurrió a nosotros. Dios es el ser más creativo que existe y puede darnos un millón o más de respuestas que son supremamente mejores que aquella que se nos ocurrió a nosotros con nuestro relativamente torpe y limitado razonamiento. Seamos específicos con nuestras peticiones pero dejemos que sea él quien provea las soluciones de acuerdo a su perfecto criterio. Al final toda la gloria será para él ¿O no?