La palabra de hoy 29 de agosto de 2011


Se hablará del poder de tus portentos,
y yo anunciaré la grandeza de tus obras.
Salmos 145:6

Según el Diccionario de la Real Academia Española, un milagro es un hecho no explicable por las leyes naturales y que se atribuye a intervención sobrenatural de origen divino. Me encanta cuando la Biblia habla de milagros, maravillas y portentos. Estas intervenciones que Dios hace de vez en cuando para exaltarse y mostrar su poder tanto a creyentes como a quienes dudan no pueden ser explicadas desde el punto de vista de la ciencia y de lo que hasta ahora se ha podido conocer acerca de las leyes naturales. Una de las primeras cosas que los activistas ateos atacan es precisamente la existencia de los milagros. Ellos, en su afán por demostrar que Dios no existe, buscan toda clase de interpretaciones para justificar el hecho portentoso dentro de los principios establecidos por la ciencia. En última instancia, cuando sus explicaciones son rechazadas por descabelladas e ilógicas apelan al recurso de decir que todo lo que tenga que ver con milagros es simplemente producto de una alucinación colectiva que alteró la percepción de los testigos del hecho maravilloso. Ellos no se dan cuenta de que un hecho maravilloso está presente en ellos y en quienes los rodean. Ninguna de las leyes y principios naturales que la ciencia ha logrado descubrir podrá jamás explicar el milagro de la vida.

En todo caso, debemos tener compasión por los ateos. No puede haber cosa más terrible que colocarse en directa oposición a los planes de Dios. La creación es la prueba más fehaciente de la existencia del Creador, por lo cual no habrá excusa para decir que nunca tuvieron la oportunidad de creer. La ceguera de los ateos sólo puede ser sanada por Dios mismo si en verdad ellos estuvieran interesados en recuperar la vista. Su orgulloso corazón les impide reconocer su equivocación y aceptar el amor que Dios ofrece para todos. Pueda tener el Señor misericordia de estas pobres almas. ¡Sólo a Dios sea la gloria!

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