La palabra de hoy 26 de agosto de 2011


El que odia se esconde tras sus palabras,
pero en lo íntimo alberga perfidia.
No le creas, aunque te hable con dulzura,
porque su corazón rebosa de abominaciones.
Proverbios 26:24-25

La sabiduría popular nos dice «Caras vemos, corazones no sabemos.» No hay nada más difícil que llegar a conocer que hay en la más profundo del corazón del hombre pues éste ha aprendido a ocultar sus sentimientos y opiniones detrás de una fachada de hipocresía y falsedad. Ésto no sería un problema si lo que hubiese detrás de la fachada fueran sólo buenos sentimientos y deseos pero, en realidad, el corazón del hombre está lleno de maldad y egoísmo, lo cual crea una desconexión entre lo que verdaderamente somos y la manera como actuamos. A menos que contemos con el don del discernimiento espiritual, será imposible llegar a conocer con certeza lo que otros piensan de nosotros. Ahora bien, ésto no debe convertirse en un obstáculo para nosotros pues nuestra misión está claramente definida y establecida. Nosotros debemos amar a todos, aún si están en contra nuestra, ya sea de manera visible o solapadamente. El amor todo lo cree, todo lo disculpa, todo lo espera, todo lo soporta.

Actuemos pues en consecuencia y miremos a nuestro prójimo con el amor que el Espíritu Santo de Dios ha derramado en nuestros corazones. Si llegamos a enterarnos de que estamos siendo objeto de odio y desprecio, enviemos bendiciones y así estaremos cumpliendo con nuestro deber delante del Padre celestial. El Señor Jesús fue muy claro cuando dijo: «Amen a sus enemigos y oren por quienes los persiguen, para que sean hijos de su Padre que está en el cielo. Él hace que salga el sol sobre malos y buenos, y que llueva sobre justos e injustos. Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa recibirán? ¿Acaso no hacen eso hasta los recaudadores de impuestos? Y si saludan a sus hermanos solamente, ¿qué de más hacen ustedes? ¿Acaso no hacen esto hasta los gentiles? Por tanto, sean perfectos, así como su Padre celestial es perfecto.» [1] ¡Sólo a Dios sea la gloria!

[1] Mateo 5:44-48
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